Durante el año 2017, la profesora Karen Valdivia encabezó un proyecto que buscaba insertar a estudiantes que realizaban su primera experiencia laboral (ELAB I) en una escuela básica municipal de la comuna de Lo Prado. Se trataba, de un establecimiento que no tenía profesores especialistas, “lo que era un riesgo, comenta ella, en el sentido de la formación y acompañamiento disciplinar de los estudiantes, pero una ventaja en cuanto a que se habría un nicho desde la realidad misma de nuestro país”.
Karen Valdivia trabaja hace cuatro años en la Universidad Alberto Hurtado (UAH) como Coordinadora de Experiencias Laborales de la carrera de pedagogía en música. Es profesora de música formada en la Universidad de La Serena, y Magíster en Educación con mención en currículum escolar. Fue docente de aula por más de doce años y hace seis que trabaja en la Unidad de Currículum y Evaluación del Ministerio de Educación.
En Chile, hasta quinto básico la mayoría de los profesores que imparten la asignatura de música no son especialistas en el área. Es por este motivo que durante el segundo semestre del 2017, Karen realizó un trabajo de diagnóstico que buscaba saber, por un lado, cómo se implementaba la asignatura de música en la escuela, y, por otro lado, conocer la percepción que tenían los actores de la comunidad educativa con respecto al ramo, su importancia, su lugar en el currículum, su lugar en el horario y su lugar dentro del establecimiento.
Karen relata que las seis profesoras que entrevistó “declararon explícitamente que ellas hacían todo lo que podían y que estaban conscientes de sus limitaciones…»
En paralelo, con este estudio y en comunicación con el equipo directivo de la escuela, surgió la necesidad de vincular, desde la asignatura de música, al colegio con el mundo académico. Se propuso apoyar el desarrollo de un proyecto de innovación y gestión interna que comenzó a implementarse durante el 2017. “Nosotros calzamos justo con lo que ellos buscaban innovar en la escuela, donde la cultura y las artes tenían un lugar protagónico”, afirma la docente. Esto último se hizo a través de distintos procedimientos: en primer lugar, se entrevistó a seis educadoras que hacían clases en la asignatura de música. En segundo lugar, se observaron tres clases de profesoras que, no siendo especialistas, hacían sus cursos en tercero y cuarto básicos. Por último, se constituyó un grupo focal con dos estudiantes por curso, de primero a octavo básico.
El diagnóstico de este trabajo concluyó en que es una necesidad urgente la de que las clases de música las haga un profesor especialista del área. Además, este es uno de los objetivos que la escuela se ha propuesto en su Proyecto de Innovación y Gestión. Karen relata que las seis profesoras que entrevistó “declararon explícitamente que ellas hacían todo lo que podían y que estaban conscientes de sus limitaciones. Por eso es relevante tener más representantes especialistas insertos en los colegios, y de manera más sistemática. Durante esta misma experiencia fuimos testigos de que el equipo directivo compró muchos instrumentos que estaban en un lugar no apto para trabajar con ellos. Había ganas, pero se carecía de conocimientos específicos y de la coordinación que se necesita para desarrollar este tipo de iniciativas”. Agrega, además, que en el área artística los procesos son largos. Tocar un instrumento o cantar en un coro toma tiempo, y no significa que por trabajar tras un objetivo este se vaya a cumplir en cuatro meses.
Según Valdivia, el mayor impacto para esta escuela es “que nosotros hayamos podido contribuir a las acciones destinadas a desarrollar un proyecto interno donde la cultura es preponderante, pero donde, al mismo tiempo, hay una falencia grande: la falta de profesores especialistas. Desde ahí, poder actuar como una necesidad de servicio local. Por nuestra parte, desearíamos que con el tiempo fuese una iniciativa a nivel país, que nuestros estudiantes se pudieran insertar en este tipo de realidades que son muy complejas, pero que son las realidades mayoritarias en Chile. Es ahí donde la vinculación entre la universidad y la escuela se hace carne, en lo concreto. Que no se trata solamente de que voy y miro lo que pasa en este lugar, que es súper distinto y lejano. Es la manera en cómo la Universidad crea un cambio, no solo desde la teoría, sino que, desde la práctica, insertando más estudiantes. Ojalá que, en un tiempo corto nuestros egresados puedan trabajar en estos contextos y seguir un hilo que nos ligue en el largo plazo. Por ahora tenemos la evidencia de porqué es importante contar con un especialista en esta escuela de Lo Prado”.
Esta idea de instalar a estudiantes de la carrera de música en contextos sociales muy complejos, con altos niveles de violencia interna entre los estudiantes, con “algunas prácticas docentes que rayaban un poco en lo violento y que de repente se naturaliza”, ha sido coherente con la visión de servicio social que tiene la Universidad. “Es decir, lo que yo puedo hacer, lo voy a realizar de la mejor manera posible, sea donde quiera que me toque estar. Obviamente que en estos contextos complejos en lo social y cultural se hace más fácil poder notar donde están las carencias, pero también se reflejan mis carencias con respecto a lo que puedo aportar”, señala Karen Valdivia, y agrega: “Una de las cosas que más me llamó la atención de esta experiencia fue lo esperanzador que significa que en este tipo de establecimientos educacionales, con situaciones adversas y complejas, existan personas que tengan los ojos puestos en los alumnos y en la formación integral de ellos. Espero que, en un mediano plazo, nuestros estudiantes tengan un espacio laboral donde realmente sientan que son un impacto en la formación de personas y que no solamente se les requieran por un par de horas para enseñar guitarra, sino que el aporte también sea social”.