Diplomado de la Facultad de Filosofía y Humanidades enfoca la inclusión como un derecho

El Diplomado de Inclusión Escolar en Contexto Vulnerable nace de las Experiencias Laborales (ELAB) de la Facultad de Filosofía y Humanidades. Su objetivo es entregar a los docentes que cursan el programa herramientas generadoras de mejores gestiones dentro de los espacios educativos, sobre todo en aquellos donde se perciba una ausencia de derechos en términos de que algunas necesidades especiales como la inmigración o las temáticas de género han sufrido la ausencia de un trabajo más de fondo. Su directora, Danitza Andrade Benavides coordinadora de ELAB de la carrera de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales, comenta la importancia que tiene la incorporación de este diplomado, ya que “está dirigido especialmente a quienes se desempeñan en establecimientos con proyectos educativos destinados a sectores socialmente vulnerados y que trabajan con una población estudiantil heterogénea”.

¿De dónde nace la necesidad de impulsar este diplomado?
“Desde la coordinación de las prácticas tenemos mucho contacto con los colegios. Por lo tanto, a partir de lo que sucede en los establecimientos, junto a la aparición de la ley de inclusión, pudimos observar que existía este tipo de necesidades. Además, dentro de las mallas de pedagogía todavía no se ha insertado completamente una formación inicial docente relacionado a esos temas. Por lo tanto, la idea tuvo más fuerza.

El Diplomado se construyó el año pasado durante el 2017 y su primera generación de estudiantes lo integraron siete mujeres que en enero de 2018 terminaron con satisfacción sus procesos de perfeccionamiento académico.

¿Cuáles son los principales objetivos que busca el Programa?
“Por una parte deseamos mejorar la gestión en un espacio general o en uno particular como las salas de clases. Dentro del diplomado existen cinco módulos. Uno tiene que ver con levantar una propuesta de investigación acción, observando alguna problemática que se genera dentro del colegio. Otro consiste en manejar los conceptos, es decir, cómo se define la vulnerabilidad y, al mismo tiempo, verlo como una concepción social. El significado de vulnerabilidad tiene ciertas raíces. Por ejemplo: ¿cuándo hablamos de vulnerabilidad y, por qué no hablamos de pobreza? La pobreza es otro concepto que se utiliza regularmente o que se utilizaba”. Continúa señalando que, además, se trabaja otro módulo que tiene que ver con las necesidades educativas especiales y, donde se trata de entregar herramientas para que se pueda abordar mejor forma este tema.

Dentro del Programa existe un contenido sobre migraciones, principalmente, desde un enfoque de derechos

Dentro del Programa existe un contenido sobre migraciones, principalmente, desde un enfoque de derechos. En él se plantean interrogantes como: ¿qué pasa con los niños inmigrantes? ¿qué está pasando ellos ahora en las escuelas? y ¿cómo se puede abordar de mejor manera el tema?

Junto a estas inquietudes, surgen otras áreas que también requieren ser atendidas como es el caso de la diversidad de género. Y en este sentido las preguntas van dirigidas a saber: ¿Qué pasa con la desigualdad y qué está pasando con esto al interior de las escuelas? O ¿Cuáles son las directrices del ministerio respecto el tema?

La idea es que desde estos distintos módulos se levante una propuesta de Investigación Acción en relación con algunas de estas temáticas. La Directora del Diplomado señala que, “todos los que trabajamos en la coordinación somos tutoras y tutores, eso significa que al estar relacionados con el estudiante que realiza su práctica profesional sabemos lo que ello significa, porque el estudiante da muestras de lo que está pasando en el colegio y ahí uno va identificando las problemáticas a los que se enfrentan al interior del aula y en los colegios mismos”. Agrega, “nos gustaría que los proyectos de investigación acción se aplicaran dentro de los espacios educativos. Es lo que muchas de nuestras primeras egresadas nos han dicho que harían. Se trata de identificar el problema para luego generar el plan de acción que crearon durante los seis meses del programa. Más adelante queremos ver la posibilidad de comunicarnos con ellas y hacerle un seguimiento al desarrollo de sus trabajos”.

Para finalizar, Danitza concluye que este año el diplomado comenzó sus clases en abril “y esperamos mantener la mirada puesta en la inclusión desde el posicionamiento de derechos. Es fundamental para nosotros que dentro de los espacios educativos se cuestionen las formas en que estamos observando las diferencias, porque lo que comúnmente se llama “diferencia” forma parte de la sociedad que vivimos en estos momentos y muchas veces por esas diferencias se niegan posibilidades de acceder, por ejemplo, en este caso, a los derechos de educación”.

Profesores especialistas: una necesidad en las escuelas de nuestro país

Durante el año 2017, la profesora Karen Valdivia encabezó un proyecto que buscaba insertar a estudiantes que realizaban su primera experiencia laboral (ELAB I) en una escuela básica municipal de la comuna de Lo Prado. Se trataba, de un establecimiento que no tenía profesores especialistas, “lo que era un riesgo, comenta ella, en el sentido de la formación y acompañamiento disciplinar de los estudiantes, pero una ventaja en cuanto a que se habría un nicho desde la realidad misma de nuestro país”.

Karen Valdivia trabaja hace cuatro años en la Universidad Alberto Hurtado (UAH) como Coordinadora de Experiencias Laborales de la carrera de pedagogía en música. Es profesora de música formada en la Universidad de La Serena, y Magíster en Educación con mención en currículum escolar. Fue docente de aula por más de doce años y hace seis que trabaja en la Unidad de Currículum y Evaluación del Ministerio de Educación.

En Chile, hasta quinto básico la mayoría de los profesores que imparten la asignatura de música no son especialistas en el área. Es por este motivo que durante el segundo semestre del 2017, Karen realizó un trabajo de diagnóstico que buscaba saber, por un lado, cómo se implementaba la asignatura de música en la escuela, y, por otro lado, conocer la percepción que tenían los actores de la comunidad educativa con respecto al ramo, su importancia, su lugar en el currículum, su lugar en el horario y su lugar dentro del establecimiento.

Karen relata que las seis profesoras que entrevistó “declararon explícitamente que ellas hacían todo lo que podían y que estaban conscientes de sus limitaciones…»

En paralelo, con este estudio y en comunicación con el equipo directivo de la escuela, surgió la necesidad de vincular, desde la asignatura de música, al colegio con el mundo académico. Se propuso apoyar el desarrollo de un proyecto de innovación y gestión interna que comenzó a implementarse durante el 2017. “Nosotros calzamos justo con lo que ellos buscaban innovar en la escuela, donde la cultura y las artes tenían un lugar protagónico”, afirma la docente. Esto último se hizo a través de distintos procedimientos: en primer lugar, se entrevistó a seis educadoras que hacían clases en la asignatura de música. En segundo lugar, se observaron tres clases de profesoras que, no siendo especialistas, hacían sus cursos en tercero y cuarto básicos. Por último, se constituyó un grupo focal con dos estudiantes por curso, de primero a octavo básico.

El diagnóstico de este trabajo concluyó en que es una necesidad urgente la de que las clases de música las haga un profesor especialista del área. Además, este es uno de los objetivos que la escuela se ha propuesto en su Proyecto de Innovación y Gestión. Karen relata que las seis profesoras que entrevistó “declararon explícitamente que ellas hacían todo lo que podían y que estaban conscientes de sus limitaciones. Por eso es relevante tener más representantes especialistas insertos en los colegios, y de manera más sistemática. Durante esta misma experiencia fuimos testigos de que el equipo directivo compró muchos instrumentos que estaban en un lugar no apto para trabajar con ellos. Había ganas, pero se carecía de conocimientos específicos y de la coordinación que se necesita para desarrollar este tipo de iniciativas”. Agrega, además, que en el área artística los procesos son largos. Tocar un instrumento o cantar en un coro toma tiempo, y no significa que por trabajar tras un objetivo este se vaya a cumplir en cuatro meses.

Según Valdivia, el mayor impacto para esta escuela es “que nosotros hayamos podido contribuir a las acciones destinadas a desarrollar un proyecto interno donde la cultura es preponderante, pero donde, al mismo tiempo, hay una falencia grande: la falta de profesores especialistas. Desde ahí, poder actuar como una necesidad de servicio local. Por nuestra parte, desearíamos que con el tiempo fuese una iniciativa a nivel país, que nuestros estudiantes se pudieran insertar en este tipo de realidades que son muy complejas, pero que son las realidades mayoritarias en Chile. Es ahí donde la vinculación entre la universidad y la escuela se hace carne, en lo concreto. Que no se trata solamente de que voy y miro lo que pasa en este lugar, que es súper distinto y lejano. Es la manera en cómo la Universidad crea un cambio, no solo desde la teoría, sino que, desde la práctica, insertando más estudiantes. Ojalá que, en un tiempo corto nuestros egresados puedan trabajar en estos contextos y seguir un hilo que nos ligue en el largo plazo. Por ahora tenemos la evidencia de porqué es importante contar con un especialista en esta escuela de Lo Prado”.

Esta idea de instalar a estudiantes de la carrera de música en contextos sociales muy complejos, con altos niveles de violencia interna entre los estudiantes, con “algunas prácticas docentes que rayaban un poco en lo violento y que de repente se naturaliza”, ha sido coherente con la visión de servicio social que tiene la Universidad. “Es decir, lo que yo puedo hacer, lo voy a realizar de la mejor manera posible, sea donde quiera que me toque estar. Obviamente que en estos contextos complejos en lo social y cultural se hace más fácil poder notar donde están las carencias, pero también se reflejan mis carencias con respecto a lo que puedo aportar”, señala Karen Valdivia, y agrega: “Una de las cosas que más me llamó la atención de esta experiencia fue lo esperanzador que significa que en este tipo de establecimientos educacionales, con situaciones adversas y complejas, existan personas que tengan los ojos puestos en los alumnos y en la formación integral de ellos. Espero que, en un mediano plazo, nuestros estudiantes tengan un espacio laboral donde realmente sientan que son un impacto en la formación de personas y que no solamente se les requieran por un par de horas para enseñar guitarra, sino que el aporte también sea social”.